10 de la mañana, suena el telefonillo del portero automático y un operario del ayuntamiento nos dice que a las 11 cortarán el agua por una avería. Me lanzo a la ducha y veo que no hay agua. Llamo al ayuntamiento y me dan el teléfono del servicio de obras. En dicho servicio me dicen que no saben porqué no tengo agua si hasta las 11 no la cortan. Me cabreo. Al de unos minutos me llaman del servicio de obras y me dicen que un operario me llamará al telefonillo. Me llama y me dice que no puede hacer nada, que no puede dar más presión para que me suba el agua al 4º piso. Me promete, sin yo preguntarle, que arreglarán la avería lo más rápidamente posible y que disculpe. Me quedo tranquila ante la amabilidad del operario.
A las 11,45 llega Panín de hacer una gestión y les pregunta si ya hay agua. Le dicen que no pero le prometen que en 1 hora la tendremos.
A las 12,45, exactamente una hora después, llega el agua. Al de unos minutos me llama de nuevo por el telefonillo el operario y me pregunta si la presión está bien, le digo que sí y que muchísimas gracias por haber cumplido con la hora que dijeron. El operario me responde: Gracias a usted señora y perdone las molestias.
Cuelgo el telefonillo y me pregunto: ¿Es tan difícil tener la exquisita amabilidad que ha tenido tanto el servicio de obras como este operario?. No es tan difícil. Lo que nos falta es ganas de llevarnos todos bien y de minimizar los lógicos problemas que puedan surgir.
Has tenido suerte moderadora, normalmente no se suelen comportar así aunque nunca es tarde para cambiar.
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