¿DONDE QUEDAN LOS VALORES QUE TRATAMOS DE INCULCAR A NUESTROS HIJOS?

Hoy, después de volver del funeral de la madre de Panín, he sentido ganas de trabajar, de seguir con el blog y de retomar el tema de la recogida de firmas para nombrar a nuestras 12 gaiteras, mujeres del año de Carreño.
Dije hace unos días que no me iba a olvidar de ellas jamás y voy a cumplirlo.
Las firmas On Line me ha fallado, no se qué le pasa a la página, así que he contactado con todo un personaje en Candás para preguntarle qué podía hacer. Me ha asustado lo que me ha dicho. Entristecerme a estas alturas es signo de debilidad y, con esta causa, juro que no voy a ser débil.
Por lo visto la concejala Doña Amelia con cuatro amigos más han decidido, ellos solitos, sin consultar a nadie, dar el premio a esas mujeres que al inicio del tren en Candás trabajaron en él.

Todos sabemos que se está celebrando el centenario y me da la sensación de que ese premio es puro márketing. Triste, pero así funciona este mundo de pandereta.

Desconozco cual fue su mérito ya que he hablado con más gente y el mérito entonces era quedarse en casa a cuidar de los hijos, del marido y de la “hacienda”. Salir a trabajar fuera, ha sido y sigue siendo una liberación para la mujer.
No seré yo quien reste mérito a la mujer trabajadora, máxime teniendo en cuenta de que yo lo he sido durante 30 años pero, no me considero digna de ningún reconocimiento especial. Estudié una carrera y la ejercí. Fue mi decisión y jamás hubiera aceptado un premio o reconocimiento especial por ello. Exigí un sueldo por mi trabajo, me lo pagaron y ahí acaba todo. Ni yo debo a la sociedad, ni la sociedad me debe a mí.
La propuesta que tenía candasdenuncia para ese premio iba más allá. No proponíamos a mujeres con sueldo, no proponíamos a cirujanas que hicieron su vida donde quisieron. Queríamos proponer a unas niñas que hicieron la maleta y se fueron durante sus vacaciones navideñas a llevar el nombre de Candás a un lugar donde a cualquiera nos daría miedo ir. No fueron a divertirse. Fueron a llevar un mensaje de esperanza. Y lo hicieron en silencio. Nadie se hizo eco de su partida, ni de su estancia, ni de su miedo.
Se fueron porque querían estar junto a los que sufren. Se fueron para darles un poco de la fuerza que llevaban en el corazón. Una fuerza que mamaron en casa de unos padres ante los cuales yo me inclino. Unos padres que han luchado por inculcar a sus hijos unos valores que ya no están en alza, que ya no se llevan, que no están de moda. Pero ante los que todos nos debemos de descubrir.
Esas niñas pusieron en práctica lo que aprendieron de sus mayores. Sin esperar reconocimiento alguno. Pero ahora nos tenemos que hacer la pregunta, la difícil pregunta. ¿Vamos a dejarlas solas? ¿su acción no destaca en nada frente a los que pasan de todo? ¿les vamos a inculcar unos valores para después pasar de quienes ponen en práctica esos valores?.
¿Para qué estamos educando a nuestros hijos? y ¿para qué hacen ellos el esfuerzo de aprender la lección que les hemos inculcado?.
Si no vamos a ser capaces de reconocer la valentía que han tenido estas niñas es mejor que dejemos de educar a nuestros hijos. Que cada uno campe a sus anchas y, dentro de unos años les daremos un premio solamente por ir al trabajo todos los días.
El día que en este concejo perdamos el corazón, no quedará nada por lo que luchar. Ya lo estamos perdiendo.

Goretti, una de las 12 niñas gaiteras que viajó a Palestina, escribió este poema. Goretti solo tiene 18 años.

Viaje a la realidad

Siento que hacia donde voy,
todo va a ser diferente.
Lo dejo todo aquí.
Mis amigos, mi vida, mi gente.
Siento que algo bueno voy a hacer,
aunque me cueste demasiado.
Cuando llegue al destino,
cuando llegue a la realidad de la vida,
me daré cuenta que nada es como lo pintan.
Es mucho peor,
es un infierno hecho de dolor.
He dejado mi mundo de fantasía
para adentrarme en el infierno de la vida.
Quiero ayudar,
ya que es lo único que me queda.
Solo aportar,
acabar con esta indiferencia,
que nos impide progresar.