Gabo Carretillo todavía no había asimilado del todo su nuevo
status. ¡Perra suerte!. Él, que siempre era el primero en dar la cara. Por el
Club, la Hermandad, justificando los injustificables pufos de la Dona Oronda y
las cacicadas de Nociollo (se pronuncia Nocholo).
-Puta-que-los-parió a todos, hijosdeperra-murmuraba entre
dientes.
Fuera caía una lluvia fina, impertinente. Las nubes eran de
un color gris sucio y tan gruesas que parecía que se podían tocar con sólo
alzar la mano. Mirando a través de la ventana de la cocina, vio un leve reflejo
de sí mismo: Pálido, legañoso, barbudo y grasiento. Llevaba tres días sin salir
de casa. Volvía a ser un prole.
Aquella conversación de bar era como una de tantas. Unas
facturas por cuatro perras rutinariamente engordadas con perras más gordas. Lo
normal. Pero claro, él, inocente y bienintencionado (según la opinión que Gabo
tiene de si mismo) no había reparado que estaba hablando con La Pillareja (la
prima de Pillarejo), la reina de las escuchas ilegales. ¡Lo grabó todo!.
¡Menuda perrería!.
Las explicaciones públicas posteriores también fueron
rutinarias. El Club de la Buena Gente confía plenamente en la integridad y
honestidad del muy laborioso y fiel Gabo Carretillo y bla, bla, bla.
Después de unas semanas, cuando parecía que la cosa se iba
apaciguando, fue convocado a la Sala de Juntas del Club. Allí estaban los tres:
La Dona Oronda, en el centro, a su derecha Nociollo (se dice Nocholo), con las
gafas entornadas para mirar por encima, porque si miraba a través de ellas se
mareaba. No tenía ningún problema de vista, pero como era un impostor
compulsivo, ponía gafas graduadas de vez en cuando para parecer intelectual. Y
a la izquierda, cómo no, Lastratto. Bronceado y sonriente. Con su libreta en
blanco y el boli que no escribía.
-No nos vamos a andar con rodeos, que tenemos prisa-bramó la
Dona- Esta vez sí que la has cagado y según los estatutos del Club, se te va a
aplicar el CSPC-
Gabo Carretillo palideció. ¡El Consejo Sumarísimo del
Perrito Caliente!. Sabía que existía, pero nunca oído de aplicarlo a nadie.
¡Joder, si todos son corruptos!. Si lo hicieran desaparecería el Club.
Un miembro del servicio entró con una bandeja con un plato
que llevaba algo tapado con una servilleta blanca. Lo dejó junto a Gabo
Carretillo y apartó la servilleta. Allí estaba el Perrito Caliente.
-Ahora te lo tragas-espetó la Dona con los ojos inyectados
de ira.
-El pan tiene moho- musitó Gabo.
-Está enriquecido con minerales de Arcelone-respondió
Lastratto con voz aterciopelada.
-Y tampoco tengo agua pa tragar mejor.
La Dona Oronda se levantó y le lanzó unos papeles grapados -Los
Estatutos, haces lo que ponen los Estatutos- chilló.
Gabo empezó a tragar como pudo el Perrito Caliente, que en
realidad estaba tieso y frío. Pero en algún momento del proceso, tal vez una
partícula en suspensión de Arcelone, o un trozo de perrito o una miga de pan
duro, entró por el conducto equivocado y esto provocó una reacción en cadena en
el cuerpo del desdichado Gabo Carretillo. Primero un espasmo, luego una
contracción y finalmente una formidable vomitada que se desató en escopetazo,
no hacia abajo, sino en parábola ascendente, de forma que en su consiguiente
trayectoria descendente fue a parar principalmente al rostro de la Dona Oronda,
con graves salpicaduras sobre Lastratto y Nociollo (se dice Nocholo).
La Dona Oronda se puso en pie, aturdida. Intentó decir algo,
pero no le salía el aire. Entre tumbos trató de salir de la sala, pero, al
llegar al umbral de la puerta, le fallaron las fuerzas. Dobló, dejando el
inmenso culo en pompa hacia los asistentes y soltó lastre en varias erupciones,
intercaladas entre horripilantes eructos. Cuando parecía que la cosa amainaba,
intentó incorporarse, jadeante, pero un tenue gorgojeo gutural le hizo volver a
humillar, como un cabestro malherido. Ya no estaba agachada con el culo en
pompa, sino directamente a 4 patas. Un último eructo dio paso a una
contracción, que a su vez desató un tremendo pedo que tronó como el Restallón
de Cangas.
La Virgen Santísima- Aulló Lastratto, levantándose de un
salto. Abrió los ventanales y respiró un par de bocanadas de aire fresco,
mientras se limpiaba con un pañuelo las miserias eyectadas por Gabo Carretillo.
A Nociollo (se lee Nocholo) le bajaban gruesos goterones de
sudor por la frente, que le empañaban las gafas, lo cual le daba un aspecto de
imbécil indescriptible.
La Dona Oronda pudo levantarse al fin, se escondió en el
baño y ya no se la vio más en todo el día.
Nociollo (se lee Nocholo) recibió un wasap a las dos horas
de la Dona Oronda, con instrucciones para asignar una partida presupuestaria de
30 mil Euros para limpiar las vomitadas. Sácala a “concurso” y se la asignas a
quien ya sabes. Finalizaba el wassap. -Pero eso va a llevar meses y esto hay
que limpiarlo ya- escribió Nociollo (se lee Nocholo) en respuesta.
-Pues llama a Maruja´L Roble y que lo friegue-.
Maruja llegó, no preguntó, murmuró algo acerca de un
alojamiento para ganado porcino y lo dejó todo limpio y perfumado, como si
nunca hubiera pasado nada.
Nociollo (se dice Nocholo) sacó de la caja B un billete 10
Euros y se lo entregó a Maruja junto con 50 céntimos de propina
- Esto para que te tomes un café, Maruja-
-¿En un sitio barato, no?, porque ya me dirás dónde me dan
un café por 50 céntimos. Y si quiero terraza ni te cuento!
-Maruja, ya sabes que en estos tiempos de austeridad
nosotros somos los primeros en velar por el dinero de nuestros colaboradores -Exhortó
Nociollo (se lee Nocholo) con voz afectada.
Maruja torció el gesto y dio media vuelta. -Te he leído el
wassap, gilipollas- susurró, mientras se iba, a modo de despedida.
Lastratto por su parte, se fue antes de que llegara Maruja.
Llevaba la americana hecha un gurruño del revés, con los lamparones secos de la
vomitona de Gabo Carretillo. Al llegar junto al coche la metió en el
maletero. Reparó en la libreta, que
llevaba en la otra mano y, como si le recordara algo irritante, la lanzó contra
el suelo y se puso a saltar sobre ella, a patearla y escupirla como un
energúmeno. No se percató de una mujer de mediana edad, alta y rubia, que
llevaba una bolsa con comida para gatos y lo miraba con asombro. Al cabo reparó
en la presencia de la mujer e inmediatamente recuperó la compostura.
-Buenos días, señora- dijo Lastratto con su sonrisa
habitual.
La mujer se volvió sin contestar y prosiguió su camino.
-Puta la hora que vine a dar a este pueblo de locos- refunfuñó mientras se
alejaba.
¡¡ Saludos Milano genial amigo mio, me encanta !! Cuando la Oronda y el Nocholo lo lean seguro que se mueren de asco
ResponderEliminarBienvenido
Trasgu enfadau
Sublime Milano, se le echaba de menos.
ResponderEliminarMagnifico lastima que la poca inteligencia de los que nombras haga que no entiendan lo que dices....... solo espero que les llegue para saber que hablas de ellos.......
ResponderEliminar-Un placer de lectura, de sarcasmo, de inteligencia, de ironía... Sinceramente le o te felicito, no sé por cual inclinarme, escoge o escoja el que quiera, ya casi he aprehendido a pronunciar Nocholo...
ResponderEliminarTodo mi respeto.
Brutalmente genial.
ResponderEliminarLa Pillareja, jajajaja, mescojono.
ResponderEliminarBrutal Milano!!Ya echaba en falta algo tuyo desde la marcha de Gabo.
ResponderEliminarNociollo,el de las gafas que pone y no necesita, tendrá que explicar lo inexplicable,va a ser muy divertido.
ResponderEliminarCreo que puso tierra por medio,dicen que marchó pa Tarragona.
EliminarGenial Milano.
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